Esta infección es provocada por uno de los virus de la familia de los herpes y pueden ser del tipo 1 o tipo 2. El tipo 1 es el que produce las úlceras bucales (también llamadas llagas) y el tipo 2 es el causante de las lesiones de carácter genital.
Puede contraerse tanto en relaciones orales, vaginales o anales sin protección, siendo de un carácter altamente contagioso si el contacto es de forma directa.
Muchas de las personas con herpes no saben que lo padecen, o bien porque no han desarrollado ningún síntoma o porque son tan leves que apenas se han percatado de ello.
Los síntomas típicos del Herpes tanto del tipo 1 como del tipo 2, suelen ser «llagas» en forma de ampolla, que con el paso del tiempo acaban dejando heridas muy dolorosas y molestas.
Esta infección al ser de carácter vírico puede provocar rebrotes, pudiendo aparecer de nuevo, sobre todo en el primer año tras la infección, siendo los síntomas más leves y menos dolorosos. Estas recaídas por desgracia pueden seguir reapareciendo de forma continuada a lo largo de los años, siendo con cada recaída, menos agresivos.
Es importante no confundir las lesiones del Herpes con las de la Sífilis. Uno de las principales diferencias entre sífilis y herpes es el dolor: la sífilis provoca llagas muy similares a las causadas por el virus Herpes pero éstas, suelen ser indoloras incluso al tacto.
Herpes Primario: Aparece al poco tiempo del contacto sexual (frecuentemente antes de una semana) y sus síntomas suelen ser bastante fulminantes, apareciendo múltiples ampollas, que con el paso de los días pasarán a ser ulcerosas y muy dolorosas.
Herpes Secundario: Aparece una vez ya hemos tenido herpes en el pasado, es decir, una recaída. Las lesiones suelen ser menos numerosas y su infección dura menos tiempo en nuestra piel.
No existe un tratamiento que cure el herpes, pero si que existen paliativos en forma de cremas o de forma oral, que ayudarán a prevenir o disminuir la duración de los brotes.